El premio Enrique Padilla se otorga durante la Expociencia Internacional MILSET (ESI) a una delegación que participe en dicha edición y que, a pesar de difíciles condiciones, haya luchado por hacer participar a la mayor cantidad posible de jóvenes.

Este premio ha sido creado en memoria de Enrique Padilla de Argentina.

 

El Sr. PADILLA abandonó su país natal, Argentina, en 1978 y se mudó a Francia como refugiado político. En 1984, trabajó como oficial de comunicaciones en la Cité des Sciences de París y, en 1985, participó en el TOULOUSE ASSISES. Además, representó a Argentina y participó en un grupo para la preparación de la organización internacional que, en julio de 1987 durante la primera ESI en Quebec, se convertiría en MILSET. Más tarde sería elegido para conformar la Junta Directiva de MILSET.

Estuvo profundamente involucrado en la vida asociativa francesa, tanto que al año siguiente fue uno de los fundadores de Petits Débrouillards de Francia. Paralelamente, trabajó con el Secretariado General de MILSET de la oficina de París y realizó muchas misiones en Europa y América Latina para preparar la ESI 1989 en Brest. Al regresar a Argentina ese mismo año, ocupó cargos ministeriales cortos antes de trabajar en la industria privada. Con el objetivo de estimular la creatividad y desarrollar la solidaridad entre los jóvenes, creó una antena MILSET y la Asociación Argentina de Ciencia Joven, logro que luego se vería reflejado en los vínculos de amistad con las demás naciones. Asimismo, estos jóvenes participaron de la ESI 1991 en Praga.

Dos años más tarde, organizó una gran delegación en Amarillo, Texas, para la ESI 1993 y superó muchas dificultades, como lograr que los vecinos mexicanos ingresaran a una ciudad de Texas. En compañía de Ibrahim El NAIMI, Carole CHARLEBOIS y Jean-Pierre TRILLET, se desempeñó como uno de los responsables de la redacción y presentación de las conclusiones de los grupos de trabajo durante el congreso organizado para redefinir las prioridades de las ferias internacionales de ciencia. Luego, se unió a la Junta de MILSET, presidida por Maurice HUPPÉ. A su regreso, ayudó a organizar la Red de Clubes de Ciencia de América Latina. De ello da cuenta la más antigua oficina de MILSET AMLAT en su Buenos Aires natal.

Un año después, en junio de 1994, fue asesinado en Buenos Aires. Tenía solo 49 años.

Debido a que fue portador de una intensa vida de compromiso político y militante que lo obligó a vivir en el exilio durante los años más oscuros de la Argentina, no pueden omitirse los detalles sobre los hechos que provocaron su muerte y que se relacionan con los ataques políticos y persecuciones ideológicas que soportó a lo largo de su vida. Su muerte genera muchas incertidumbres pero una gran certeza, y es que Quique, como lo llamaban en confianza, no realizaba actos tibios. Su visión de un mundo justo e igualitario se imponía en su transitar. Y ya conocemos la expresión, ...ladran Sancho…

Una vez terminados sus años de estudiante, obtuvo el título de Licenciado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, y fue allí donde desarrolló su compromiso militante con una fuerte vocación que canalizó con una alta actividad político-territorial. Parte de esa pulsión se referencia en dos cosas que él consideraba importantes: por un lado, el hecho de haber nacido el 25 de mayo de 1945, día de la conmemoración de la Revolución en Argentina, lo motivaba a jugársela por la patria. Y por el otro, la inspiración por la sensibilidad social que heredó de su abuelo, Luis Girola, quien fue un importante gremialista ferroviario y que supo convertirse en el representante obrero del consejo nacional de posguerra creado por Juan Domingo Perón en 1944.

Su persecución política no solo lo llevó a emigrar a Francia, sino también a dejar a sus dos hijos mayores del otro lado del mundo: Abril y Juan Manuel. Pasarían varios años hasta volver a verlos.
Sin embargo, ya en el viejo continente siguió agrandando la familia con la llegada de tres hijos más: Gregoire, Mathilde y Cecille.

Quique se focalizaba en que las sociedades lograran reemplazar las relaciones de fuerza por relaciones de cooperación, por lo que fue un entusiasta impulsor del MILSET, y estaba convencido de que el movimiento “hace de la ciencia y la tecnología un juego, en vez de una competencia”. Esto permitiría “Reconciliar el conocimiento y la investigación científica con los objetivos de un mundo mejor y más justo que todo joven tiene”.

Vivió convencido de que la educación no formal, la experimentación y el juego, a través de la ciencia y la tecnología, permiten la redistribución del conocimiento en forma igualitaria, y consideraba que “para eso nació el MILSET, no para apoyar a la escuela, la escuela tiene su misión”.

Sus compañeros militantes, amigos y muchos que lo conocieron en acción, lo han definido como un osado. Sus acciones no tenían mayor objetivo que transformar. Con ese mismo ímpetu se tomó la acción del MILSET, ya que un movimiento deberá ser revolucionario, o no será nada.